DISCOS: IRON MAIDEN AFILA UNA VEZ MÁS SU LEGENDARIA ESPADA DE METAL EN “SENJUTSU”
(parte de este texto fue utilizado en la reseña grupal del disco en la web de Revista Madhouse)
Desde que en 1999 Bruce Dickinson, bajo sus condiciones, le firmó la paz a Harris y quedó establecida esta suerte de doncella madura con tres guitarras y épica progresiva, el legado de Iron Maiden mantuvo una excelsa calidad artística (en discos como “Brave New World” o “The Book Of Souls”), un estilo definido (largos solos, temas a medio tiempo y cierta aura de oscuridad) y quizás lo más interesante: un multiverso lirico que va del futuro distópico y las profecías mayas a lo que en este nuevo disco apunta al mundo del animé y las técnicas ninjas. Las expectativas estaban entonces enfocadas en comprobar si Maiden podía alterar, aunque sea levemente, el rumbo estilístico sin perder eficacia en el camino.
Más allá del innegable talento compositivo de la última era de la banda –que ya tiene más de dos décadas- hay algo que llama la atención: la contradicción entre esa supuesta búsqueda épica de la banda y la postura conservadora de mantener el mismo equipo a bordo: mismo productor, mismo estudio, mismo sonido; aunque en “Senjutsu” (su decimoséptimo disco de estudio y segundo doble consecutivo) ni las guitarras ni la voz de Bruce alcancen el brillo de trabajos anteriores. Asimismo, el sexteto repite un aspecto negativo que se dio en el anterior “The Book Of Souls”: la intención forzada de que el disco sea doble, con apenas unos minutos más allá del límite lo que muestra una apuesta simbólica algo tirada de los pelos.
Producción, sonido, estudio, contexto… todos esos elementos no
valen de nada si no están acompañado de algo que Maiden siempre supo ofrecer:
grandes canciones. Y si bien la calidad compositiva de los discos de la última
era no está en duda, es inevitable hacer referencia a la falta de gancho de los
mismos. Y eso es algo que se repite en “Senjutsu”
donde se nota (sobre todo en los temas firmados por Harris) la forzada
intención de darle a los temas un aura épica: ¿cuantas vueltas son suficientes?
¿cuánto tiene que durar cada solo? ¿no podría decirse lo mismo con menos
elementos? Pero aun así el disco tiene momentos donde la llama se reaviva con
algunos elementos que buscan correrse de lo esperado: la introducción acústica
de “The Writing On The Wall” con ese leve toque blusero/sureño -una veta que definitivamente
deberían explotar más-, el guiño al espíritu celta a la Thin Lizzy en “Death
Of The Celts” y mi favorito personal “The Parchmen” un tour de force de 12
minutos con el sonido oriental a flor de piel y que recuerda al “Perfect
Strangers” purpleano
El paso del tiempo marca una tendencia a recluirnos en nuestra zona de confort, y ya resulta obvio que pase lo que pase, Harris y Dickinson decidieron para la última etapa de su carrera musical seguir firmes en su idea de transformar a Iron Maiden en una doncella cada vez menos de hierro y cada vez más progresiva, dejando la magia de antaño solo para los shows en vivo. Esta característica del presente obviamente no hace mella en el hecho de que los discos siguen siendo disfrutables –aunque quizás ya no de principio a fin- y de que, a nivel instrumental el sexteto sigue dando cátedra. Pero para la próxima no sería mala idea profundizar algunos de los detalles positivos de “Senjutsu” y acomodarlos en un envase más práctico
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