DEEP PURPLE - "InFinite" (Edel 2017) ****

El último dinosaurio vivo todavía pisa fuerte
Cuando en 1968, el baterista Ian Paice, se convirtió en el último en completar la alineación que grabaría el debut de Deep Purple, probablemente no se imaginaría que, casi medio siglo después, todavía seguiría llevando firmemente el ritmo de la banda, manteniéndose como el único miembro del quinteto original. Con Black Sabbath disfrutando de un aparente adiós definitivo, el combo púrpura permanece entonces como el último de los dinosaurios del hard rock que aún sigue en pie, tras varios cambios de formación, diversas búsquedas estilísticas y los consabidos conflictos internos.

Su anterior trabajo “Now what?!” los reunió por primera vez con el legendario productor Bob Ezrin, quien le dio a la banda la renovación sonora necesaria para afrontar el último tramo de su extensa carrera. Y luego de las excelentes críticas de la colaboración, la realización de un nuevo trabajo con el ex Kiss, Alice Cooper y Pink Floyd (entre tantos otros) tras la consola, era cantado.

“InFinite” desde su título plantea un posible final para la banda (complementado por “The Long Goodbye Tour" que amaga con ser la última gira mundial), lo cual aumentaba las expectativas sobre los resultados del vigésimo trabajo de estudio del quinteto

“Chupando la leche de la venenosa teta del estado; hecha especialmente para reprimir cualquier pensamiento que busque escapar” canta Ian Gillan mostrando toda su acidez lírica en la apertura y primer corte “Time for Bedlam”, tema que sorprende por su contundencia, con un riff de guitarra que recuerda a la clásica “Pictures of Home”, una intro oscura de teclados y un tono imperioso.
Y a pesar de que en el resto del álbum haya varios puntos de contacto con el Purple más clásico, InFinite no se queda en el mero refrito, sino que lleva a la banda hacia diferentes terrenos.

“Hip Boots” demuestra un espíritu de zapada que también se repite en la brillante “All I got is You” (lanzada como segundo corte) donde los contrapuntos entre el órgano de Don Airey (de brillante labor) y los punteos vibrantes de Steve Morse (ya totalmente alejado de cualquier comparación con Blackmore) llevan las composiciones hacia otro nivel, ayudadas por el oficio de Ezrin que resalta el sonido de la batería, aunque no ocurra lo mismo con el bajo de Roger Glover, que queda algo perdido en la mezcla.

Uno de los mejores momentos de la placa es la melódica “One Night in Vegas” donde el variado despliegue de recursos de la banda acompaña un riff rockero que podría convertirse en un hit radial si estuviésemos en 1985,  algo que se repite en “Johnny’s Band” y “On Top of the World”, composiciones frescas y ricas en arreglos sin perder gancho. En cambio la oscura “The Surprising” resulta la pieza más compleja y progresiva del disco, con un Gillan que entendió que 73 años no son pocos para ir gritando desaforadamente por el mundo y suma puntos enfocándose en la interpretación, la cual por momentos recuerda vagamente a Bob Dylan o  al fallecido Leonard Cohen.

Para el final la banda deja dos sorpresas: la climática “Birds of Prey" donde se nota la mano floydiana de Ezrin y la reinterpretación de “Roadhouse Blues”, el clásico de The Doors, que puede parecer algo trillado en un principio, pero cumple en contagiar lo bien que la banda la pasa zapando en el estudio.

El crédito queda abierto: si finalmente InFinite es el canto de cisne de una de las bandas más importantes de la historia del rock, el final no podría ser de una mejor manera. Aunque como sabemos, lo infinito no puede admitir ninguna restricción y nos deje esperanzas de, al menos, una vuelta más


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