El Libro Negro (Paul Verhoeven):
Atención: en la siguiente crítica se dan a conocer algunos detalles la trama que durante buena parte del relato no se saben. Traté de no adelantar demasiado pero ciertas cosas eran indispensables para el análisis del film.
Volvió a Holanda Paul Verhoeven, director de Robocop y El Vengador del Futuro. Los más cinéfilos recordarán sus films holandeses –Delicias Turcas, El Cuarto Hombre-, varios con Rutt Hauer, pero pocos notarán la diferencia formal de este regreso a su país natal. Su estética sigue siendo heredera del cine clásico, y la similitud estilística con sus últimas películas impide notar la holandesidad de El Libro Negro.
La historia se centra en una joven cantante judía que, durante la ocupación nazi, se une a la resistencia holandesa tras perder a su familia en una trampa mortal. A Rachel y a sus seres queridos se les promete el exilio clandestino para escapar del nazismo, y son traicionados y masacrados para quedarse con su dinero. Algo así como el reverso de La Lista de Schindler. La narración se inicia en 1956 en Israel, donde la protagonista se encuentra con una amiga de la época de la ocupación y sus recuerdos la invaden con la forma de un flashback que durará toda la película, con excepción de la última escena, de vuelta en la Israel militarizada, donde la violencia es una forma de vida. Algo así como el reverso de Rescatando al Soldado Ryan, que iba y volvía desde la paz conseguida con la guerra, en ese cementerio lleno de héroes. Spielberg, representante de la moral bienpensante del cine norteamericano, es el blanco elegido para disparar una balacera que se extiende a la sociedad toda.
Las películas de Verhoeven son así: combativas, paródicas, polémicas. Buscan ubicar al espectador en una situación conocida, dejarlo reposar en la ideología dominante de los géneros hollywodenses, acostumbrarse a lo obvio, para luego dar vuelta el espejo y obligarlo a verse a sí mismo, desnudar sus propias contradicciones como espectador y como persona. En El Libro Negro –como en Invasión, otra magistral obra sobre lo fascistas que pueden ser los seres humanos cuando se lo proponen- no hay personajes que salgan ilesos del cinismo del director. En el marco cultural impuesto por el nazismo, no hay persona que no discrimine, traicione a otros o se traicione a sí misma. Todos, como seres humanos llenos de sexualidad, violencia, codicia y egoísmo, buscan su propio bienestar. Frases como "sabía que no podíamos confiar en esa judía egoísta" o "¿que vale más, la vida de un judío o de un holandes inocente?", escupidas desde la propia Resistencia, atacan directamente al corazón del antisemitismo de las buenas conciencias.
En el mundo que retrata Verhoeven no se puede confiar en nadie, porque la raiz de todos los problemas está en el mundo mismo -o en la propia humanidad-. A Rachel –renombrada Ellis-, la Resistencia le ordena infiltrarse en los cuarteles generales del régimen nazi, seduciendo a Muntze, el Jefe de Inteligencia. Lo que no se espera de Ellis, es que se enamore de su objetivo militar. Lo que no espera nunca el espectador, es que este hombre sea merecedor de su amor. Todo se da vuelta, simétricamente, como en el espejo. El Libro Negro está lleno de secuencias repetidas, de regresos al mismo lugar, de objetos reutilizados, pero siempre resignificados, invertidos para dar otro sentido. El sentido crítico del espejo.
El final de la Guerra nos encuentra paseando, de la mano de Verhoeven y Rachel, por una Holanda donde los victorios nos persiguen, discriminan e insultan al grito del Himno Nacional. Nos tiran un balde de mierda sobre la cabeza, como le pasaba a la pobre Carrie en el film de Brian DePalma. Termina la guerra y el terror se apodera de las calles. Los héroes son nuestros enemigos. "¿Cuando va a terminar todo esto?", se pregunta la pobre de Rachel antes de que su propia humanidad salga a la luz y nos mire directamente a la cara. Nunca, dicen los militares de la Tierra Santa, alzando sus armas detrás del alambrado, mientras la cámara levanta vuelo y nos deja, humillados, ofendidos, completamente desesperanzados, reflexionando sobre nosotros mismos.
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