EL INCREIBLE CASTILLO VAGABUNDO

Film de animación dirigido por Hayao Miyazaki.

Otro film de Miyazaki que llega a las salas locales gracias a su nominación al Oscar como mejor film de animación, terna que esta vez comparte con dos dignos competidores: Tim Burton y Nick Park.
El director de Princesa Mononoke y El viaje de Chijiro es uno de esos realizadores que sirven de ejemplo para romper todo prejuicio genérico. Este AUTOR con todas las letras, no solo hace cine de animación, hace cine infantil. Pero su capacidad para maravillar con las imágenes y su soltura para dirigirse a los niños sin didactimos torpes o conservadores hace que su obra pueda ser apreciada por todo aquel que guste del buen cine.
Para Miyazaki, los niños no necesitan límites sino puertas a lo fantástico. Sus películas no hacen especial hincapié en lo que es malo y lo que es bueno de lo dado, de lo percibido del mundo real, sino que promueven la capacidad de penetrar en mundos imaginarios, percepciones abiertas que permitan incitar la creación, en lugar de la adopción de reglas preestablecidas.
Como en El viaje de Chijiro, todo comienza con un hechizo que nos transporta a un universo mágico. La niña protagonista, en este caso adolescente, es separada de su hábitat para conformar una nueva familia de amigos que transitan con ella el camino hacia algún tipo de madurez. Aqui la protagonista es hechizada y se transforma en una anciana, un punto de partida que sólo el imaginario de Miyazaki puede albergar. El viaje emprendido para quitarse el hechizo la llevará al Castillo Vagabundo del título, y convivirá con su joven dueño (que como en ...Chijiro toma a veces la forma de una especie de dragón a causa de otro hechizo), un pequeño aprendiz, el fuego cautivo que provee de energía al castillo, un espantapájaros saltarín y una bruja que empieza siendo aterradora y rápidamente pasa a causar ternura. Los malos de Miyazaki son así.. buenos confundidos. El mal se encuentra fuera de campo, en un mundo movido por la guerra, ciego a la devastación ecológica. Esta parece ser una idea fundamental de su cine: por ausencia de personificación, el mal pasa a ser social. Las personas deben reencontrarse a sí mismas a través del amor y la amistad, para poder sobrevivir en un mundo que se autodestruye y, tal vez, cambiarlo. El hechizo no es otra cosa que la confusión existencial y la magia es el medio para reestablecer el equilibrio. Pero estas ideas no son impuestas con redundancia, sino que se desprenden solas de la historia que se narra.
Los films de Miyazaki son un deleite gracias a la belleza estética con la que construye su cosmovisión. Monstruos de composición flexible, castillos con puertas a mundos diversos, parques de ensueño y campos de batalla infernales, todo con la pincelada de un artista. Lo que deslumbra es la imaginación libre que propone ese universo, una bocanada de aire puro entre tanto producto infantil que sólo se limita a emular lo real.

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