Paranoia (D. J. Caruso): Kale (Shia LaBeouf), un adolescente que acarrea conflictos psicológicos tras presenciar la trágica muerte de su padre en un accidente automovilístico, es obligado por la justicia a permanecer bajo arresto domiciliario, controlado por un censor atado en su pierna que alerta a la policía sobre sus movimientos si abandona el perímetro de su jardín. Por si esto fuera poco, la madre le suma su propia condena doméstica: nada de tele, música, computadora u otras tecnologías del entretenimiento primermundista que aún no se han popularizado por estos lares. Así, Kale no tiene otra distracción que mirar por la ventana a sus vecinos como lo hacía James Stewart en La Ventana Indiscreta, obra cumbre del inagotable Alfred Hitchcock. Y en esae dirección avanza la película, tratando de actualizar al maestro con bienvenida humildad e imaginación. Dos cosas le llaman la atención a Kale desde un principio: Ashley, su nueva vecinita de al lado (Sarah Roemer, lo suficientemente hermosa como para superar cualquier residuo de su complejo de Edipo, lo cual no es poco cuando su madre es Carrie-Ann Moss), y el extraño comportamiento del vecino de enfrente (David Morse), al que empieza a sospechar culpable de una serie de asesinatos de los que nos informan los noticieros. Con buenas dosis de humor y suspenso, Paranoia resulta placentera por su relajado acercamiento a la obra de Hitchcock (y a la de su discípulo Brian de Palma, con homenaje a Vestida para Matar incluido) y su factura con apariencia de clase B. Si decae un poco en los últimos minutos es porque abandona la tensa calma del suspenso y se entrega al vértigo de la acción, pero eso no alcanza a malograr el resultado final. Junto a la sorprendete Deja vù, del irregular Tony Scott, una muestra de como se puede revisitar a los grandes directores sin perder vigencia o creatividad.


Sunshine, Alerta Solar (Danny Boyle): nuevo film de Danny Boyle (Trainspotting, Tumba al ras de la tierra, Exterminio), sobre un futuro cercano en el que una misión de astronautas debe provocar una explosión en el Sol para evitar que se apague/muera y provoque la extinción de la humanidad. Boyle, del que ya podemos decir que es lo más cercano a un artesano del cine actual (término con el que se rescató a varios directores del cine clásico que si bien no podían ser considerados auteurs, demostraban pericia narrativa y un caudal de varias buenas películas en su haber), no duda en combinar todas las convenciones del cine espacial para dotar de credibilidad (y apoyo económico) a la historia del film. Desde Solaris a Apollo 13, pasando por Alien, La Nave de la Muerte y, especialmente, 2001: Odisea del Espacio (¿cuántas veces más vamos a ver la escena en la que los astronautas salen fuera de la nave a reparar los daños?), todo suena a repetido en Sunshine, o al menos eso parece. Lo que aporta Boyle, lo que hace que esta sea otra buena película suya, es el acento puesto en la estética para buscar belleza en la muerte y el apocalipsis. Boyle focaliza en los ojos intoxicados de los protagonistas, cada vez más cerca del Sol, que lo observan de frente y sin filtro para experimentar como si se tratara de LSD. A medida que las muertes comienzan a sucederse, nos damos cuenta de que cada una es más cruelmente bella que la anterior, y que algunos de los personajes incluso la buscan como una forma de revelación espiritual. "-Que ves! Que ves!" le implora un personaje a otro, sin importarle la inminente muerte que le espera a este último cuando, flotando en el espacio, el sol le pegue en la cara y lo transforme en cenizas. Lo que importa, más allá del objetivo de la misión, es alcanzar ese momento sublime, de iluminadora fatalidad. Rodeados de metal y circuitos electrónicos, con pocas esperanzas de evitar el fin de la vida en la Tierra, estos hombres que avanzan por la Nada/espacio hacia el Infierno/sol, entregados en sacrificio, encuentran en la estética de su propia muerte la trágica lucidez sobre su existencia. La imágen de una mujer muerta de rodillas, sujetando en sus brazos la última y minúscula planta sobreviviente, evoca como pocas veces la advertencia ecológica que enfrenta el mundo moderno. Sutil, terrorífica pero hermosamente, Sunshine indica el camino y el destino de la humanidad según Danny Boyle.

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