Expiación, Deseo y Pecado (Joe Wright): el director de la excelente Orgullo y Prejuicio vuelve a reformular el cine de época, introduciendo elementos narrativos completamente inusuales al género. Aquí se trata de una niña rica con vocación de escritora que cree ver un crimen y acusa injustamente a un joven de clase baja que mantiene un affaire secreto con su hermana. La tragedia del amor truncado por esta acusación, y la culpa que desarrolla la niña a medida que crece, se desarrolla con la guerra como fondo y una reflexión sobre la representación artística como subtexto. Wright arranca el film con un falso plano general. Vemos la mansión donde se va a desarrollar el primer tramo de la película, pero la cámara se aleja y descubrimos que no es más que una apariencia: se trata de una maqueta. El travelling continua desde la maqueta hacia el suelo siguiendo a unos muñecos ubicados en fila en lo que descubrimos es el cuarto de la niña protagonista. El movimiento termina con la niña de espaldas, sentada en su escritorio, tipeando en una máquina de escribir, su primer obra de teatro. Escuchamos el golpeteo de las teclas, que de ahí más se transformarán en parte integrante de la banda de sonido del film. En esta primer secuencia ya podemos entrever que estamos ante uno de los pocos directores actuales dispuesto a buscar nuevas formas para contar historias. Un artista. Aunque se equivoque, como en la escena en donde el protagonista masculino descubre un grupo de niñas muertas bellamente fotografiadas (lo que en la crítica de cine se conoce como Abyección, desde que Jacques Rivette escribió sobre el travelling de Kapo). Pero es un director que busca permanentemente, que intenta aprovechar el lenguaje cinematográfico para hacer aflorar su creatividad. La película pierde un poco el rumbo por la mitad y lo reencuentra sobre el final, pero aún en su peor momento nos regala un plano secuencia de cinco minutos sin cortes que es un ejemplo de precisión y belleza. Si Expiación no encuentra la forma correcta de explorar la pasión y el deseo, si logra transmitir la culpa y el vínculo profundo entre lo real y lo imaginario.

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