FLYING COLORS - Flying colors (Provogue 2012) *** 1/2
Finalmente hace su debut en las bateas el súper grupo formado por Steve Morse (guitarrista reemplazante del mítico Ritchie Blackmore en la actual formación de Deep Purple), su compañero de ruta en su banda paralela Dixie Dregs, el bajista Dave La Rue, el baterista (ex Dream Theater) Mike Portnoy, el tecladista Neal Morse (Spock's Beard) y el cantante Casey McPherson (Alpha Rev), más el agregado de Peter Collins (Queensryche, Rush y Bon Jovi, además de un extenso etcétera) en la producción.
Si a priori las expectativas de este proyecto (que se grabó en solo nueve días), debido al curriculum de los integrantes, estaban puestas en un inmenso derroche de virtuosismo, como en proyectos similares de Morse y Portnoy tales como Liquid Tension Experiment o Transatlantic, a pesar de que las partes instrumentales mantienen un alto nivel de calidad, desde el comienzo dichas perspectivas no se ven reflejadas en el sonido del álbum que muestra un tono más bien sencillo y arreglos sin complicaciones
Si bien el comienzo con Blue ocean, con esos yeites de guitarra tan característicos de Morse, nos remite auditivamente a Perpendicular, su mejor trabajo con Purple; con el correr de los tracks resulta claro la variedad estilística de la banda: temas como Kayla, Fool in my heart y The storm tienen un sonido a medio camino entre el AOR y el pop progresivo a la manera de Asia, con almibaradas melodías y sutiles acompañamientos de teclados. Pero por otro lado está Love is what
I´m waiting, una especie de medio tiempo brit pop con influencias de The Kinks, que da paso a Better than walking away con una onda Coldplay, que a su vez le da paso a la pesada (casi power metal) All falls down en una seguidilla que obliga a prestar atención al producto final
Con respecto al desempeño individual: Portnoy deja de lado sus malabares y se dedica a marcar firmemente la base junto a La Rue (que le inyecta a la banda un interesante toque jazzístico) de destacable labor. McPherson cumple en adaptarse a la versatilidad de las canciones, aunque por momentos su tono de voz recuerde demasiado a Matthew Bellamy de Muse en tracks como Shoulda Coulda Woulda.
De todos modos la batuta la manejan los dos Morse (quienes no están relacionados familiarmente) alternando el liderazgo en los 12 minutos de Infinite fire, lo mejor y más osado de este debut que nos deja como balance un puñado de buenas ideas y un interesante futuro por delante.
¿Habrá segunda parte?
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