Sobre Christopher Nolan y El Caballero de la Noche:
Cuando salía del cine escuchaba a un espectador decir extasiado: "este tipo leyó los mejores comics sobre Batman, y los juntó sin cambiar casi nada". Demás está decir que a los fuimos a ver El Caballero de la Noche como cine, y no como registro fiel de una obra en otro formato, eso nos interesa tanto como su recaudación en taquilla: absolutamente nada. Batman no es Batman. Es Burton, Schumacher o en este caso, Christopher Nolan.
La carrera de este director avanzó muy rápidamente. Primero ganó prestigio con Memento, un thriller que se contaba de fin a principio, apelando a una falla en la memoria de su protagonista. Luego dirigió a Al Pacino y Robin Williams en Noches Blancas, un film noir que sucedía en los días y soles interminables de Australia, y El Gran Truco, un duelo de magos con el ascendente Hugh Jackman y el futuro Batman, Christian Bale. Memento engaño a más de uno con sus jugarretas de guión, ocultando que estabamos ante un policial sin clima y con personajes chatos. Era como si Nolan nos hubiese sentado a su lado y obligado a observar durante dos horas como él se divertía armando un rompecabezas. Hay muchas actividades que contagian entusiasmo por observación, pero armar un rompecabezas no es una de ellas.
Noches Blancas ya derrumbó mi paciencia. Otro noir que no lograba crear la atmósfera necesaria, con personajes aburridos y una narración deslucida. Pacino empezaba a acostumbrarnos a pasear su cuerpo por policiales standard como una autoparodia.
Decidí perderme El Gran Truco, y solo ví Batman Inicia en casa, pocos días antes del estreno de su secuela. Me sorprendió: Nolan se tomaba todo el tiempo del mundo para construir a sus personajes, escatimando al enmascarado durante más de una hora, y ofreciendo a cambio una historia de iniciación a la vieja usanza, con entrenamiento en las montañas incluido. Había por primera vez un trabajo más cuidado de la puesta en escena y, nueva sorpresa, el clima noir que no había podido plasmar en sus dos films de ese género hacia su aparición en una de superhéroes. Esta es una película que toma al personaje en serio, sin caricaturizarlo, y la oscuridad del noir le caía como anillo al dedo. El último tercio, finalmente dedicado a la acción y al hombre murciélago, no hace más que restar en comparación con lo visto hasta ese momento, pero tampoco desentona demasiado. Vienen rápido las escenas de acción y la película termina. Y así enfrenté El Caballero de la Noche, con recobradas esperanzas para ver si Nolan seguía en la buena senda. Los resultados fueron desparejos, aunque el balance de positivo.
Dark Knight cambia la fórmula: es pura acción, puro vértigo, y el montaje rompe la estructura apacible de la película anterior. La secuelas funcionan por acumulación, y esta no es la excepción. Más, y más vistoso, parece ser la idea, que inevitablemente termina por abrumarnos con su pirotecnia. Para peor, las técnicas digitales sin siendo deficientes, y el Dos Caras estilo La Momia así lo demuestra (si lo comparamos con el Guasón llegaremos rápidamente a la conclusión de que aún no hay nada como un buen rostro humano y mucho maquillaje). Pero algunas virtudes permanecen.
Esta película de Batman es la película de El Guasón, y Heath Ledger pasa a la eternidad a lo grande, con estilo. Su Joker arranca como una parodia de Al Pacino (ver su performance en la escena de la fiesta que da Bruce Wayne para apoyar al fiscal en su lucha contra el crímen) pero termina cobrando vida propia. Y el gran acierto de la película es no mostrarlo como un payaso loco, sino como un enfermo peligroso, un criminal sin moral que busca solo refundar el caos y la inseguridad. La idea de contraponer el orden social (Batman) vs el caos natural (Guasón) funciona durante un buen rato, pero finalmente termina derrapando mediante largos discursos explicativos que reiteran la tesis hasta agotarla. Nolan aún debe aprender que un buen director proyecta sus ideas sobre el mundo a través de la puesta en escena, y no de las líneas de diálogo. Hay que decir que lo intenta en dos ocasiones, pero su resolución es tan poco sutil y sus ideas tan poco contagiosas que terminan siendo dos de las peores escenas de la película.
Una ocurre cuando el Guasón le da a elegir a la gente que viaja en dos barcos distintos (uno con ciudadanos de clase media, otro con presidiarios) la posibilidad de, control remoto mediante, eliminar al otro barco activando una bomba o esperar a que el otro los elimine a ellos. Si uno de los dos no hace estallar al otro, el Guasón los vuela a los dos. El montaje paralelo funciona, hasta que uno se da cuenta que Nolan va a contradecir a toda la película con una resolución maniquea que recuerda a las de El Hombre Araña.
La otra escena es muy breve: Fox (Morgan Freeman), encargado de asistir técnicamente a Batman, discute con Bruce Wayne si pinchar los teléfonos de toda Ciudad Gótica está bien o mal. Nolan hace un acercamiento al rostro de Freeman en el preciso instante en que condena la conducta del superhéroe. Está tan claro que no habla de Batman sino de Bush, que el recurso nos distrae completamente de la historia. Y agreguemos que, a esta altura, poner a Morgan Freeman como reserva moral del héroe, es algo tan convencional como poner a Cuba Gooding Jr. de negro bueno que supera los prejuicios raciales y la adversidad para lograr sus sueños.
El Caballero de la Noche, a pesar de su ritmo apresurado, sostiene la coherencia estilística de la nueva saga y el nivel de la construcción de los personajes, en base a buenas actuaciones de Christian Bale y Aaron Eckhart y la gran sobreactuación de Heath Ledger. Nolan demuestra lucidez al centrar el film en su villano, y gracias al humor negro y el suspenso de algunas secuencias, la película sale a flote. Con el tiempo quedará en la historia solo como el último trabajo de Ledger, pero hoy por hoy se ubica entre las pocas películas en cartel que cumplen con lo que prometen.
Cuando salía del cine escuchaba a un espectador decir extasiado: "este tipo leyó los mejores comics sobre Batman, y los juntó sin cambiar casi nada". Demás está decir que a los fuimos a ver El Caballero de la Noche como cine, y no como registro fiel de una obra en otro formato, eso nos interesa tanto como su recaudación en taquilla: absolutamente nada. Batman no es Batman. Es Burton, Schumacher o en este caso, Christopher Nolan.
La carrera de este director avanzó muy rápidamente. Primero ganó prestigio con Memento, un thriller que se contaba de fin a principio, apelando a una falla en la memoria de su protagonista. Luego dirigió a Al Pacino y Robin Williams en Noches Blancas, un film noir que sucedía en los días y soles interminables de Australia, y El Gran Truco, un duelo de magos con el ascendente Hugh Jackman y el futuro Batman, Christian Bale. Memento engaño a más de uno con sus jugarretas de guión, ocultando que estabamos ante un policial sin clima y con personajes chatos. Era como si Nolan nos hubiese sentado a su lado y obligado a observar durante dos horas como él se divertía armando un rompecabezas. Hay muchas actividades que contagian entusiasmo por observación, pero armar un rompecabezas no es una de ellas.
Noches Blancas ya derrumbó mi paciencia. Otro noir que no lograba crear la atmósfera necesaria, con personajes aburridos y una narración deslucida. Pacino empezaba a acostumbrarnos a pasear su cuerpo por policiales standard como una autoparodia.
Decidí perderme El Gran Truco, y solo ví Batman Inicia en casa, pocos días antes del estreno de su secuela. Me sorprendió: Nolan se tomaba todo el tiempo del mundo para construir a sus personajes, escatimando al enmascarado durante más de una hora, y ofreciendo a cambio una historia de iniciación a la vieja usanza, con entrenamiento en las montañas incluido. Había por primera vez un trabajo más cuidado de la puesta en escena y, nueva sorpresa, el clima noir que no había podido plasmar en sus dos films de ese género hacia su aparición en una de superhéroes. Esta es una película que toma al personaje en serio, sin caricaturizarlo, y la oscuridad del noir le caía como anillo al dedo. El último tercio, finalmente dedicado a la acción y al hombre murciélago, no hace más que restar en comparación con lo visto hasta ese momento, pero tampoco desentona demasiado. Vienen rápido las escenas de acción y la película termina. Y así enfrenté El Caballero de la Noche, con recobradas esperanzas para ver si Nolan seguía en la buena senda. Los resultados fueron desparejos, aunque el balance de positivo.
Dark Knight cambia la fórmula: es pura acción, puro vértigo, y el montaje rompe la estructura apacible de la película anterior. La secuelas funcionan por acumulación, y esta no es la excepción. Más, y más vistoso, parece ser la idea, que inevitablemente termina por abrumarnos con su pirotecnia. Para peor, las técnicas digitales sin siendo deficientes, y el Dos Caras estilo La Momia así lo demuestra (si lo comparamos con el Guasón llegaremos rápidamente a la conclusión de que aún no hay nada como un buen rostro humano y mucho maquillaje). Pero algunas virtudes permanecen.
Esta película de Batman es la película de El Guasón, y Heath Ledger pasa a la eternidad a lo grande, con estilo. Su Joker arranca como una parodia de Al Pacino (ver su performance en la escena de la fiesta que da Bruce Wayne para apoyar al fiscal en su lucha contra el crímen) pero termina cobrando vida propia. Y el gran acierto de la película es no mostrarlo como un payaso loco, sino como un enfermo peligroso, un criminal sin moral que busca solo refundar el caos y la inseguridad. La idea de contraponer el orden social (Batman) vs el caos natural (Guasón) funciona durante un buen rato, pero finalmente termina derrapando mediante largos discursos explicativos que reiteran la tesis hasta agotarla. Nolan aún debe aprender que un buen director proyecta sus ideas sobre el mundo a través de la puesta en escena, y no de las líneas de diálogo. Hay que decir que lo intenta en dos ocasiones, pero su resolución es tan poco sutil y sus ideas tan poco contagiosas que terminan siendo dos de las peores escenas de la película.
Una ocurre cuando el Guasón le da a elegir a la gente que viaja en dos barcos distintos (uno con ciudadanos de clase media, otro con presidiarios) la posibilidad de, control remoto mediante, eliminar al otro barco activando una bomba o esperar a que el otro los elimine a ellos. Si uno de los dos no hace estallar al otro, el Guasón los vuela a los dos. El montaje paralelo funciona, hasta que uno se da cuenta que Nolan va a contradecir a toda la película con una resolución maniquea que recuerda a las de El Hombre Araña.
La otra escena es muy breve: Fox (Morgan Freeman), encargado de asistir técnicamente a Batman, discute con Bruce Wayne si pinchar los teléfonos de toda Ciudad Gótica está bien o mal. Nolan hace un acercamiento al rostro de Freeman en el preciso instante en que condena la conducta del superhéroe. Está tan claro que no habla de Batman sino de Bush, que el recurso nos distrae completamente de la historia. Y agreguemos que, a esta altura, poner a Morgan Freeman como reserva moral del héroe, es algo tan convencional como poner a Cuba Gooding Jr. de negro bueno que supera los prejuicios raciales y la adversidad para lograr sus sueños.
El Caballero de la Noche, a pesar de su ritmo apresurado, sostiene la coherencia estilística de la nueva saga y el nivel de la construcción de los personajes, en base a buenas actuaciones de Christian Bale y Aaron Eckhart y la gran sobreactuación de Heath Ledger. Nolan demuestra lucidez al centrar el film en su villano, y gracias al humor negro y el suspenso de algunas secuencias, la película sale a flote. Con el tiempo quedará en la historia solo como el último trabajo de Ledger, pero hoy por hoy se ubica entre las pocas películas en cartel que cumplen con lo que prometen.
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