El Caimán (Nanni Moretti): tras su sobria incursión en el drama lacrimógeno con La Habitación del Hijo -donde narraba el sufrimiento de una familia tras la prematura muerte del chico del título-, Moretti vuelve a su humor característico, aunque con cierto disimulo. Por empezar, no se reserva el rol protagónico (en la piel de Silvio Orlando) sino un papel, aunque siginificativo, muy secundario. Además, no abandona las crisis familiar (y no sería arriesgado decir que se detiene demasiado en ella). El protagonista es Bruno Bonomo, un productor de cine fracasado que lucha por mantener a flote tanto su carrera como su vida privada. En proceso de separación y tratando de no alejarse de sus hijos, se embarca en un proyecto para filmar una película de una guionista joven e inexperta sobre el ascenso y caída de un hombre corrupto que acumula poder en el estado hasta convertirse en presidente y luego es enjuiciado públicamente. Bruno -un conservador que solía hacer películas de acción clase B ridículamente facistas- ve la película como una historia de acción y misterio, cuando claramente se trata de una mirada crítica sobre el primer ministro Silvio Berlusconi. La película se balancea entre los problemas de financiación de una producción tan controvertida y la crisis de pareja que atraviesa el protagonista, alternando el humor y la ligereza a la que Nanni Moretti nos tenía acostumbrados en películas como Aprile y Caro Diario con situaciones drámaticas referentes a la vida privada del productor (y Silvio Orlando se muestra solvente en ambas facetas). Lo curioso es que el director haya aumentado la dosis de ficción (solo se ven algunas imágenes reales de Berlusconi) justo cuando se propone hacer una película política. ¿Será que para él la Italia actual es tan increíble que merece ser retratada como una ficción? ¿Se tratará de una película visagra antes de su vuelta definitiva al estilo que lo distinguió previamente? O tal vez para Moretti el tono documental sea una forma de acercarse a la vida -pública o privada- desde lo íntimo (sin mayores disfraces más que los de su propio ego en escena) y prefiere, en cambio, las herramientas retóricas que provee la narración ficcional para plantar la mirada sobre un personaje público como el primer ministro (recuerdese que en Aprile, el personaje principal encarnado por el propio director soñaba con hacer nada menos que un musical, sobre un pastelero troskista también interpretado por Silvio Orlando). Aunque en todas sus películas la política italiana atraviesa buena parte del relato, en muchos casos con registros reales, aquí Moretti elige ser el actor, no el director, pese a que su monólogo final tenga el peso dramático de un comentario autoral.
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Comentarios
igual el cine italiano me encanta y pienso que los mejores actores del mu ndo son 1º mastroianni y 2º gassman