Volver a Empezar

Sobre El Secreto de sus Ojos y el cine de Juan José Campanella.

(SPOILER: si no ha visto aún la película, saltear todos los párrafos escritos en negrita y cursiva, porque se describe el desarrollo y final del film)

A pocos minutos de comenzar la película, Benjamín (Ricardo Darín), un empleado judicial, se dirige junto a un comisario (José Luis Gioia) hacia la escena de un crímen. Avanza apurado y se queja de que le haya tocado a él cumplir esa función. Malhumorado y soberbio, pide al comisario que haga todo lo posible por desligarlo del caso, hasta que llega a la escena del crímen y su espíritu se conmueve al ver el cadáver de la joven asesinada. Se queda casi mudo, al borde del llanto, culposo, observando el cuerpo de la víctima.

Estamos ante la esencia del cine de Juan José Campanella. Personajes cuyo comportamiento es manipulado burdamente para conmover al espectador, que cambia en un segundo las características principales de su personalidad (del distanciamiento irónico al compromiso apasionado, o viceversa), en el peor de los casos en paralelo con algún evento histórico o social de nuestro país (el ejemplo más grosero: Darín transformado en crítico corrupto para ilustrar el menemismo en El Mismo Amor, la Misma Lluvia). Pero en El Secreto de sus Ojos las cosas cambian. La escena descripta marca el comienzo de la historia policial y de las luchas internas que atravesará el personaje para resolver el crímen y su propia vida.

Mientras que en todo el cine anterior de Campanella las argucias del director estaban por encima de sus personajes, aquí la ecuación se invierte. Y Campanella, como si fuera un director debutante, parece por primera vez dedicarse al desafío de reflexionar sobre la historia que cuenta, antes de tomar cada desición narrativa; de construir los personajes sin apuro y respetando la psicología de los mismos.

Sus films anteriores parecían prefabricados, atados a un estilo hábil y eficaz (con indudable manejo de los tiempos de la comedia) pero mecánico y sin ambiciones, plagado de sentimentalismo y golpes bajos. El Secreto de sus Ojos es un film vacilante, confuso y ambigüo, pero lleno de aristas, sobrio, sutil, complejo y reflexivo.

No es casualidad que haya optado por volver al policial (había realizado en EE.UU. un film para HBO basado en la novela de José Pablo Feinman, Ni el Tiro del Final, antes de obtener el reconocimiento del público local), más allá de sostener la veta romántica y volver a describir como fondo parte de la historia argentina (en este caso con anclaje en 1974, aunque la película alterne ese tiempo con la actualidad). A pesar de que lo niegue, se trata de un drástico giro en su carrera comparable, salvando las distancias, al que diera Curtis Hanson cuando filmó Los Angeles: al Desnudo con varios thrillers poco entusiastas en su haber.

El ideal del cine de Campanella ha sido siempre la tradición local y familiar. La defensa del club de barrio frente a los inversores privados, del restaurante popular venido a menos frente a otro más lujoso y de estilo internacional, etc. En su nueva película lo tradicional no desaparece, pero se encuentra diluido en la trama, aportando junto a otros aspectos más importantes (la justicia, la memoria, el orgullo, el amor verdadero) que constituyen juntos ese ideal perdido al que sus protagonistas refieren su estado presente, ya sea con resignación o con la intensión de recuperarlo. La familia casi no aparece: los maridos o las esposas están casi siempre en off, no hay hijos a la vista y la única madre presente es la del sospechoso.

Campanella da un paso desicivo: de la falsa presentificación de un pasado perfecto, al lamento sincero de su ausencia. La historia de Benjamín, un jubilado de la justicia enamorado de su colega Irene, a la que nunca se declaró (Soledad Villamil, que junto a Darín deben ser la pareja protagónica perfecta del cine nacional), es la historia de un intento de reencontrar la dignidad perdida. Ya viejo, Benjamín intenta, a través de la escritura de una novela, rememorar el caso inconcluso que marcó sus vidas para siempre, deteniéndolas en un limbo interminable (se podría trazar un paralelismo entre director y personaje, teniendo en cuenta este film como un renacimiento y evolución del cine de Campanella).

El compañero de trabajo de Benjamín, el alcohólico Sandoval (sorprendente actuación de Guillermo Franchella), es quien mejor refleja ese estado de melancolía, como un típico personaje de film noir que ha perdido la esperanza de una vida digna, pero aún conserva el aliento vital que le permitirá redimirse. Las escena del bar en la que, sirviéndose de la memoria de otro borracho habitué, descubre una pista fundamental del caso, es la escenificación perfecta de la capacidad de apasionamiento que todavía conserva su personaje, disfrazada, oculta mediante la bebida.

La capa más interesante de este film, se encuentra en la construcción del personaje de Morales, el viudo de la víctima (un gran desafío para Pablo Rago, que enfrenta con esfuerzo y algunos altibajos de credibilidad), funcionando en paralelo con el de Benjamín, como si fuera su doble o complemento. Ambos buscan la justicia, pero nunca juntos. Es más, cuando uno se detenga, la retomará el otro, y viceversa.

************************* SPOILER *************************

Benjamín pide que se reabra el caso cuando encuentra a Morales buscando al asesino en la estación. Y Morales reinicia su búsqueda cuando Benjamín vuelve a encontrarse con un escollo político. De alguna manera, lo que Benjamín no está dispuesto a hacer, lo deja en manos de Morales. Lo mantiene al tanto y le avisa hasta donde llegan sus posibilidades, y le cede la batuta. Podría decirse que entre ambos, se pasan de manos el crímen: “Ud dijo perpetua”, le deja en claro Morales cuando el protagonista descubre que el viudo ha llevado adelante su propia justicia. Y Benjamín no podrá evitar sentirse responsable. Y aquí hay que aplaudir a Campanella por la elección de ese plano y contraplano perfecto que lo demuestra. Darín de un lado, Rago del otro, como si de un espejo se tratase, y ambos apareciendo detrás de los mismos barrotes que mantienen en aislamiento absoluto al asesino. En un final confuso, queremos suponer que Benjamín ha denunciado a Morales, pero la película termina con la concreción de la historia de amor con Irene.

Cabe además destacar el buen uso del símbolo cinematográfico que Campanella construye con dos objetos: la máquina de escribir a la que le falta la letra A, y el papel en el que Benjamín escribe al despertarse a mitad de la noche, todavía medio dormido, la palabra “temo”.

Al final, Benjamín se da cuenta que había querido escribir “te amo”, en referencia a su postergado romance con Irene. La falta de la A, en ambos objetos, refiere a la necesidad de resolver el inicio de la historia, los problemas y temores que Benjamín ha dejado inconclusos, para poder reencaminar su vida. Puede tratarse del crímen, de la autoestima, del amor no declarado, y también, porque no, de la historia reciente del país, de la justicia social y política (no por nada el asesino es protegido por el estado y manda impunemente a los matones a eliminar a Benjamín y a Sandoval).

En lugar de subrayar con explicaciones habladas, el sentido se despliega sutilmente en el uso de la máquina de escribir y un papel con una palabra escrita en mitad de la noche.

*********************** SPOILER **************************

La tan mentada escena de persecución en el estadio de fútbol (un deslumbrante plano secuencia que parece no tener cortes), confirma con autoridad el talento narrativo de Campanella, pese a pecar de inconexa con el dispositivo narrativo del resto del largometraje.

Podríamos detenernos un poco más en los defectos de este film -fundamentalmente algunos agujeros de guión que mellan en la credibilidad de la historia- pero preferimos destacar los aciertos de un director que con este film ha dado un salto notorio de calidad en su carrera. Esperemos que su evolución siga dando tanto que hablar, como ocurre con los espectadores que salen de ver El Secreto de sus Ojos, una película imperfecta, pero atrapante.

Trailer oficial de El Secreto de sus Ojos:

Comentarios

Laura dijo…
Excenlente reseña!!¿Cómo es que la escena de la presecución en la cancha de fútbol parece una toma única? Para mí fue única.

Me encantó!
Saludos!
Nadia dijo…
Bueno, espero que no moleste que me explaye... pero como admiradora de Campanella, creo que tengo derecho a replica! jaja.
En primer lugar, cabe aclarar que me parecio una muy buena peli - no taaaaanto como dicen en la TV - pero hay que admitirle la calidad. Sin embargo, en cuanto al guion, creo que hay bastantes puntos flojos. Por ejemplo, lo que nombrabas de la "A" de la máquina de escribir, es un recurso que si no esta usado con sutileza, cae en lo obvio... hay veces que nos toman a los espectadores por mucho menos que simples mortales y necesitan mostrarnos TODO - clasica actitud del cine yankee - cuando con un buen montaje y sin palabras se puede explicar mucho mas y mejor. Ejemplo inverso: la escena del ascensor, excelentemente lograda y no hay ni una palabra. La escena de la cancha también es muy buena, hasta nos creemos que es un plano secuencia y todo, aunque dicho por el mismo Campanella "todavia no le enseñe a volar a los camarografos" jajaja.
Por ultimo, me veo en la obligacion de defender a JuanJo (jajaja) diciendo que, a pesar de que muchas veces es cierto que hay situaciones sentimentalistas bastante forzadas (la nena que le lee el poema a Darin en "El hijo de la novia"), tambien tiene muchos aciertos; Luna de Avellaneda, creo que es un gran acierto en cuanto al guión con gags irresistibles, que no caen en lo obvio y relaciones entre los personajes muy bien acentadas. Ni hablar de Vientos de Agua, estoy completamente enamorada de esa serie!
Bueno, sabemos que a los que nos gusta el cine costumbrista, lo mas probable es que veamos una peli de Camapanella y averiguemos su filmografia y a los que no, tal vez salgan del cine y hablen de otra cosa.
Es una pequeña opinion, esta bueno que haya distintas, asi se enriquece el debate!
Saludetes!
Villa dijo…
Bueno, ante todo muchas gracias por los comentarios. Está buenísimo que además de coincidir o disentir compartan las dudas o diferencias de opinión y analicen las pelis. Enriquece mucho a las críticas y al blog.

Laura: la escena tiene cortes ocultos, a la manera de Hitchcock en La Soga, que se acercaba a una espalda o una pared, para ocultar los cortes de una pelicula que aparentaba estar filmada en un solo plano en tiempo real. No averigüé como la hicieron, pero la tecnología actual permite hacerlo aún más sutilmente que en aquella época.

Nadia: bienvenida al blog y podés explayarte todo lo que quieras y las veces que quieras!
Coincido con lo que decís respecto del guión, aunque el ejemplo que das de la máquina de escribir, seguramente discutible en términos de sutileza, no utiliza palabras para explicar. Es un recurso simbólico y visual, más allá de lo logrado que esté, y es difícil encontrar en el cine argentino actual este tipo de recursos. También coincido en que la escena del ascensor es muy buena.
La de la cancha impresiona por su destreza técnica, pero me parece dudosa su pertinencia en el contexto del resto de la narración de la película. Llama un poco demasiado la atención sobre el realizador... nos distrae, podríamos decir, de la historia, en una película que no se presenta como moderna (en este sentido: si lo clásico se identifica con la invisibilidad del narrador/director -digamos, Eastwood-, en lo moderno el director se pone por encima de la narración, se luce, más allá de la historia -ejemplo, Wong Kar-Wai).
Por último, Luna de Avellaneda... ahí me descolocaste jaj... me parece por muy muuuuy lejos su peor película, y no tengo estómago suficiente para reverla y discutirla un poco más jeje. Tal vez pase más por el gusto por el costumbrismo, algo que a mí no me despierta un particular interés.
Espero que no te moleste mi respuesta, me gusta debatir las pelis y no siempre se presenta la oportunidad ;-)

Gracias a ambas y saludos a todos los que se toman el tiempo para leer las críticas y escribir comentarios o felicitaciones!!
Nadia dijo…
jajajajaja! No te da el estomago para verla de nuevo! jajajaja! Muy bueno eso, me causo mucha gracia! Bueno, sobre gustos no hay nada escrito :-)
Gracias por la bienvenida! Seguiremos opinando tonces!
JuliChic dijo…
ATTE SPOILER!!!

Yo sigo pensando que Benjamín no lo denuncia a Morales después de lo que vió. Morales le dijo que no piense mas. ¿Para qué denunciarlo?
Unknown dijo…
Querido amigo Villani! Vuelvo a comentar en su blog, nuevamente dando una mirada más psicoanalítica a la peli...
En cuanto al título que eligió de "volver a empezar", si bien se refiere al cine que hace el sr. Campanella, pareciera que le da ese mismo título a lo que hace Benjamín en la película. Y yo me pregunto: cómo volver a empezar algo que nunca comenzó? A mi juicio, Benjamín nunca empezó a vivir la vida. Su objeto causa del deseo en vez de ser Irene, es la causa misma. Benjamín cree que él no va a poder sentir el amor que siente Morales por la difunta. Y es justamente cuando se entera que después de 25 años (?!) Morales sigue amando tanto a su esposa totalmente idealizada, y que construyó su propia cárcel en un galpón a modo totalmente perverso, que se da cuenta que su amor por Irene es verdadero, y que el de Morales es nada. Y ahí parte en la búsqueda de ella.
Nota superlativa de la peli (lástima que no la deja sutil, para el expectador y la resuelve él mismo): el síntoma de Benjamín como la máquina de escribir. Si el deseo no puede ser dicho, de alguna manera tiene que manifestarse. Y en este sentido, en la estructura típicamente obsesiva de Darín, no puede actuar. Lo que hace frente a la pregunta de Villamil, es postergar su respuesta, procastinar. Y es por temor. Temor a no estar a la altura del amor que siente Morales por su esposa. Conducta obsesiva o neurótica por excelencia de no animarse a vivir su vida, a hacerse cargo de lo que le pasa. Y en vez de eso, existe la cobardía, que en este caso es la sumisión en el seguimiento de la causa.
Y para terminar, el sr. que escribió el libro lo tituló: La Pregunta de sus Ojos. Nunca mejor establecido el título si pensamos que la película puede leerse a través de lo que significa el Grafo del deseo lacaniano. La pregunta que hacen tanto el asesino como Benjamín en las fotos, pareciera traducirse en qué lugar ocupo en tu vida? en tus deseos? qué querés de mi? soy yo o no lo que necesitás? También se plantea en el papel de Irene, pero desde un lado más histérico, pareciera que sus ojos le preguntan: qué soy yo para vos. Y Darín no sabe responder a esa pregunta...
Bueno, podría seguir pero ya me limé el bocho a mi solo!!
Saludos!
Villa dijo…
Excelente análisis! Es cierto que lo de la maquina de escribir no es sutil, pero creo que funciona de todas maneras. Es muy interesante la observación que hacés sobre el peso que tiene el amor de Maldonado a su esposa en las acciones y la personalidad de Benjamín. Por otro lado, un Benjamín no es u niño? alguién que aún no creció, digamos... el paralelismo entre ambos personajes evidentemente se destaca en el film como lo más trabajado por el director. Gracias Gastón por tu aporte psicoanalítico. Sumado al de Nadia y los comentarios de laura y superchic, la verdad que está buenísimo cuando una peli y/o crítica se complementan con las opiniones de los visitantes del blog.

Saludos!!

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