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SERIES: «CROMAÑÓN» Y ESAS HERIDAS QUE NO TERMINAN NUNCA DE CERRAR


A la hora de ficcionalizar los hechos, las heridas de las tragedias tienen que cicatrizar para poder volver a contarse y que el resultado sea el esperado. Pensando en esos términos, no es lo mismo contar la Tragedia de Once que la de la Puerta 12; y aunque Gardel haya dicho que 20 años no son nada, a dos décadas de lo sucedidolos relatos sobre Cromañón se multiplican y se profundizan, sobre todo a partir del estreno de «Cromañón», la serie de ocho capitulos inspirada en los hechos del 30 de diciembre de 2004 en el boliche gerenciado por Omar Chabán.

Y en una tragedia con tantas aristas (desde lo gubernamental a lo artistico, desde el rol de Callejeros hasta la del mismo púbico, desde el control por parte del Estado, hasta la misma Cultura del Aguante, tal como lo cuento acá), poder narrar un hecho trágico desde una historia de ficción, marcaba desde el inicio, una tarea bastante compleja teniendo en cuenta el terrible saldo de 194 muertos y amás de 1.400 heridos.

Decir que «Cromañón» (la serie) trata justamente de Cromañón (la tragedia) es quedarse corto, ya que en sus ocho capitulos se habla en rigor del trágico coming of age de una generación. Y aún a riesgo de remitir a «Tango Feroz» y esa polémica idealización del mito Tanguito de la pelicula de Marcelo Piñeiro (relación que apareció luego de conocerse el trailer que, a decir verdad, deja una idea equivocada de lo que trata la trama), la clave para entenderla -y ahí uno de sus aciertos- es el intento de reflejar la generación que creció en las postrimerias del menemismo: la última culturalmente libre de redes que hacían que los NI-Nis (los jóvenes que no estudian ni trabajan), pasaran sus horas sin pantallas, pero pateando las calles entre decepciones amorosas, conflictos hogareños, porros y cervezas compartidas y sobre todo por la falta de futuro de la Argentina post Corralito, solo soportable a base de sexo, drogas y rock and roll (en este caso barrial)

La trama gira en torno a Malena Guzmán (la debutante Olivia Nuss) una sobreviviente de Cromañón que, cuatro años despues, trabaja como repositora en un supermercado en Rosario, tratando de iniciar una nueva vida. Hasta que la aparición de la mochila que llevaba esa noche (en manos de un sobreviviente que se suicida, justamente la persona que logró rescatarla del boliche cuando se estaba quedando sin aire) y la proximidad del juicio, hacen que vuelva a su Villa Celina natal para reencontrarse con su grupo de amigos, aunque ya obviamente no sean los mismos.

Entre idas y vueltas temporales entre ese 2008 y la previa a los tres shows de Callejeros a fines de 2004, la serie creada por Marialy Rivas y Fabiana Tiscornia, aunque desborda hormonas, presenta con corrección todas las aristas posibles que desembocaron en el 30/12/04: hay banda de rock (loa ficticios Peces Chinos) con pretensión de pegarla sin perder identidad, hay rituales futboleros con micro, bandera y -obvio- bengala para vivir los shows con casi el mismo protagonismo que el artista (y un enfoque romantizador de ese hecho clave), hay un Omar Chabán que se muestra un poco inconsciente y un poco despiadado y unos Callejeros que (probablemente por cuestiones legales) se mantienen bastante al margen del reparto de reponsabilidades.

Y asi como «Okupas» (y la mención no es para nada casual) tenía todos los ojos puestos en ese mítico capítulo llamado «El Mascapito«, acá las miradas se concentran también en el episodio 5, donde se narra la fatídica noche, de una manera cruda, asfixiante y desgarrada no apta para todo público (¿hay acaso alguna forma diferente de hacerlo?); sin innecesarios golpes bajos pero tampoco sin sutilezas ni metáforas.

Y aún más allá de ser, en definitiva, una historia de amor juvenil ambientada en un marco trágico, el mérito más grande de «Cromañón» es poner nuevamente de manifiesto, por un lado la Argentina post consecuencias del neoliberalismo y por el otro la interpelación de toda una generación con heridas profundas,.que aún no cicatrizan, pero que si parecen haber dejado una huella y un aprendizaje, dos décadas más tarde.

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