SECRETO EN LA MONTAÑA
“Brokeback Mountain”
(EE.UU., 2005)
Dirigida por Ang Lee, con Heath Ledger, Jake Gyllenhaal, Randy Quaid y Michelle Williams.

Todo indica que Secreto en la Montaña podría ser la película destinada a convertirse en la próxima ganadora del Oscar. Esta historia de amor entre dos hombres en la Norteamérica rural de los 60 y 70 parece gustarle a todo el mundo. Cimentada sobre un buen elenco, un guión redondo y sutil, una dirección prolija y la acostumbrada patología hollywoodense del perfeccionismo en la reconstrucción de época, Secreto en la Montaña se erige como la película capaz de contentar a todos. Toca un tema supuestamente tabú pero no ofende a nadie. Está bien, es mejor que tantos bodrios que han alcanzado la estatuilla dorada. Pero su calidad de producto proyectado desde un comienzo para alzarse con todos los premios, su necesidad de conformar a todo el mundo, su pulcra selección de que imágenes mostrar, que ramas del relato profundizar y hasta la fecha histórica en la que sucede, hace que Secretos en la Montaña carezca de la verdadera pasión transgresora que el tema elegido requería.

Si exceptuamos Hulk, donde sorprendió por su audacia para jugar con la paleta cromática, el cómic y la tecnología digital, no podemos decir que Ang Lee sea un director sumamente atractivo. Su profesionalismo para narrar historias de amor, enmascarándolas en cualquier género, desde el film de época en Sensatez y Sentimientos hasta el cine de artes marciales en El tigre y el Dragón, se vió siempre perjudicado por cierta morosidad narrativa y una puesta en escena poco interesante. Los films mencionados también estuvieron nominados, y Secreto en la Montaña no sólo repite esta suerte sino también sus defectos. Pero el director dio en la tecla con el tema elegido, y un Hollywood en plena rebeldía anti-Bush, le abrió los brazos a todo film mínimamente cuestionador de la ideología del sheriff republicano.

¿Cuál es el principal problema del film? Su hipocresía. Su engañosa forma de domesticar la homosexualidad. Sitúa la película en el transcurso de las revoluciones sexuales de la cultura joven americana, pero el lugar elegido es el más conservador y atrasado. Esta elección transforma a una historia de amor gay en una historia de discriminación social. Lee se va a dedicar durante dos horas y cuarto a mostrar lo difícil y peligroso que puede ser para dos homosexuales animarse a ser felices. Si la historia hubiera sucedido en San Francisco, hubiese carecido de sentido. De esta manera puede el director realizar su crítica al sistema sin mostrar una realidad alterna mucho más provocadora y contestataria. Esto va a quedar subrayado de modo grosero en la peor escena del film, que no develaremos por ser decisiva en la trama. Pero digamos que la elección narrativa de Lee es un flashback que rompe el punto de vista con una llamativa torpeza. Parece un implante de posproducción y altera completamente la estructura del relato.

En Las Reglas de la Vida, Lasse Hällstrom contaba una historia situada en los 30 y 40 sobre un médico abortista interpretado por Michael Caine. En oposición a Secretos... aquí se tocaba un tema mucho más conflictivo en la actualidad, se lo situaba muchos años antes, en una época en la que era totalmente rechazado por la sociedad y la conducta del médico nunca era sometida a tan angustiantes presiones. La ligereza del tratamiento era lo que la hacía verdaderamente subversiva.

Mucho tiempo antes, William Wyler filmó “The children´s hour” (La hora de las Niñas, 1961), en la que una mentira de una niña sobre un supuesto romance entre sus dos maestras destapaba el conservadurismo de la gente del pueblo. La mentira resultaba ser parcialmente cierta (la atracción que sentía una de ellas) y el film terminaba con una de sus protagonistas caminando erguida con orgullosa firmeza ante la mirada de la multitud.

Ni la sutil transgresión de Hällstrom ni el final de choque de Wyler se insinúan en el camino elegido por Ang Lee. Se trata de canalizar un tema incomodo a través de la identificación con el sufrimiento. Poco importa en términos de fuerza dramática que la historia sea sobre un amor gay. Bien podrían ser dos adúlteros heterosexuales o tratarse de un romance interracial. La identidad homosexual se diluye en la historia de opresión social. La única escena de sexo se corta antes del coito, la intensa pasión que atrae a los protagonistas no alcanza para oírlos decir “te amo” ni una sola vez en toda la película. Jack se dirige hacia el prostíbulo como quien camina hacia el infierno (no por nada va a buscar sexo pago a la viciada frontera mexicana, parece que en América no había puteríos).

Todo lo que pueda incomodar se elimina por corte u omisión. La identificación del espectador se dirige al más conflictuado de los amantes (sostenida por una soberbia actuación de Heath Ledger) y lo que queda es aquello que la clase media americana está dispuesta a tolerar: gente que sufre por ser diferente. Al encapsular el tema de la homosexualidad en este sub-género maniqueo, se abstrae el tema principal hasta disolverlo.

Hace unos años se estrenó en Argentina una pequeña película sueca llamada Fuckin´ Ämal (Descubriendo al amor), en la que Lukas Moodyson narraba la historia de amor lésbico entre dos quinceañeras. Lo hacía con una frescura y naturalidad sorprendentes. Como en Secreto en la Montaña, una de las dos enamoradas se pasaba toda la película sin animarse a dar el paso hacia el amor. Pero sobre el final, terminaba por enfrentar sus miedos y dar a conocer su identidad. Moodyson las muestra abrirse paso entre la multitud mientras gritan: “¡Nos vamos a coger!”. ¿Cuántos premios ganaría Ang Lee de haber incluido una línea de diálogo semejante?

Comentarios

Anónimo dijo…
Queridos Visitantes: en los Comentarios de Buenas Noches y Buena Suerte se encuentran tambien los primeros comentarios sobre Secreto en la Montaña. Quien este interesado/a en escribir sobre la peli puede continuar aqui o alla. No nos asusta el caos. Es parte de la libertad con la que se invita a escribir y opinar en este blog.

Saludos!

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